Mosaico de las cuatro estaciones
El mosaico de las cuatro estaciones se encuentra en Córdoba, Jaén y Málaga.
BLOG de Cultura Clásica del I.E.S. "PINAR DE LA RUBIA" (Valladolid) destinado al trabajo colaborativo del alumnado de 3º de la E.S.O. en torno al MUSEO DE VALLADOLID. Trabajo dirigido y coordinado por el profesor Carlos Viloria aplicando el uso de herramientas WEB 2.0.
martes, 2 de junio de 2015
jueves, 21 de mayo de 2015
Mosaico de las Palomas
Mosaico de las Palomas
Museo de Valladolid. Las excavaciones en la villa romana de Prado condujeron al descubrimiento de cinco mosaicos, correspondiente este de las Palomas a la segunda fase constructiva del edificio.
Ocupaba la sala principal de la residencia, la de recepción y oecus, en el lado norte del patio central, y sólo se expone la parte central de todo el pavimento.
Destaca por la originalidad de su esquema compositivo, puesto que se basa en un círculo inscrito en un cuadrado que imita la estructura de las bóvedas de media naranja que cubrían los techos. Se trata de un mosaico excepcional en la Península Ibérica, que sólo encuentra parangón en trabajos del Oriente mediterráneo.
Lugar de celebración: Museo de Valladolid
Fecha de inicio: 1 de Agosto de 2011
Fecha de finalización: 30 de Septiembre de 2011
Lugar de celebración: Museo de Valladolid
Fecha de inicio: 1 de Agosto de 2011
Fecha de finalización: 30 de Septiembre de 2011
"Mosaico de los guerreros de Cabezón de Pisuerga"
Lugar de celebracion: Museo de Valladolid.
Fecha de inicio: 1 de Agosto de 2013.
Fecha de finalizacion: 31 de Agosto de 2013.
Descripción:
Museo de Valladolid. En los terrenos de la Granja de Santa Cruz, junto a Cabezón de Pisuerga, existió una villa romana. La excavación realizada en 1982 permitió recuperar este mosaico que ocupaba el centro de lo que se supone era una galería porticada abierta sobre el río Pisuerga.
Lo que se expone aquí es el emblema central del pavimento, con cuatro personajes en atuendo militar agrupados en parejas. La escena se ha interpretado como parte de un pasaje de la Guerra de Troya, en concreto, el enfrentamiento y posterior saludo entre Glauco y Diomedes.
MOSAICO DE LAS ESTACIONES,
INICIOS DEL SIGLO IV
Pavimento musivo que solaba el pasillo central de un triclinio o comedor de gala perteneciente a la primera fase de ocupación del yacimiento romano de "Villa de Prado", junto a la ciudad de Valladolid. Está formado por un gran tapiz de rombos en cuyo centro se dispone un cuadro central con la representación de Diana cazadora. A los lados del emblema y por encima de éste se disponen cuatro medallones hexagonales con las alegorías de las estaciones del año, encarnación del ciclo vital de la naturaleza, representadas en forma de bustos humanos.
martes, 19 de mayo de 2015
Fauno o Sátiro
Ser de la mitología clásica que habitaba en los bosques, y que se representa con pequeños cuernos, el cuerpo cubierto de vello, rabo y las patas de macho cabrío.
Divinidades con las que se asocian
Los sátiros o faunos, relacionados con las ménades, forman el "cortejo dionisiaco" que acompaña al dios Dionisio. en algunas ocasiones también están relacionados con el dios Pan. Algunas tradiciones consideraban a Sileno padre de la trubu de los Sátiros o Faunos.
En el museo de Valladolid hay una imagen de este dios
También hay otra imagen en el Museo de Reproducciones Artísticas de Valladolid
Esto es un texto clásico de Rubén Darío
Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: "Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta". El sátiro se divertía.Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir al sacro monte y sorprender al dios crinado. Éste le castigó tornándole sordo como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pájaros se derramaban los trinos y emergían los arrullos. El sátiro no oía nada. Filomela llegaba a cantarle sobre su cabeza enmarañada y coronada de pámpanos, canciones que hacían detenerse los arroyos y enrojecerse las rosas pálidas. Él permanecía impasible, o lanzaba sus carcajadas salvajes y saltaba lascivo y alegre cuando percibía por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales le rodeaban como a un amo a quien se obedece. A su vista, para distraerle, danzaban coros de bacantes encendidas en su fiebre loca, y acompañaban la armonía, cerca de él, faunos adolescentes, como hermosos efebos, que le acariciaban reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna voz, ni el ruido de los crótalos, gozaba de distintas maneras. Así pasaba la vida este rey barbudo que tenía patas de cabra. Era sátiro caprichoso. Tenía dos consejeros áulicos: una alondra y un asno. La primera perdió su prestigio cuando el sátiro se volvió sordo. Antes, si cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le acompañaba. Después, en su gran bosque, donde no oía ni la voz del olímpico trueno, el paciente animal de las largas orejas le servía para cabalgar, en tanto que la alondra, en los apogeos del alba, se le iba de las manos, cantando camino de los cielos. La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al asno, el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de la aurora; bebía rocío en los retoños; despertaba al roble diciéndole: "Viejo roble, despiértate". Se deleitaba con un beso del sol: era amada por el lucero de la mañana. Y el hondo azul, tan grande, sabía que ella, tan chica, existía bajo su inmensidad. El asno (aunque entonces no había conversado con Kant) era experto en filosofía según el decir común. El sátiro, que le ve ramonear en la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tenía alta idea de tal pensador. En aquellos días el asno no tenía como hoy tan larga fama. Moviendo sus mandíbulas no se había imaginado que escribiese en su loa Daniel Heinsius, en latín, Passerat, Buffot y el gran Hugo en francés, Posada y Valderrama en español. Él, pacienzudo, si le picaban las moscas, las espantaba con el rabo, daba coces de cuando en cuando y lanzaba bajo la bóveda del bosque el acorde extraño de su garganta. Y era mimado allí. Al dormir su siesta sobre la tierra negra y amable, le daban su olor las yerbas y las flores. Y los grandes árboles inclinaban sus follajes para hacerle sombra. Por aquellos días, Orfeo, poeta, espantado de la miseria de los hombres, pensó huir a los bosques, donde los troncos y las piedras le comprenderían y escucharían con éxtasis, y donde él pondría temblor de armonía y fuego de amor y de vida al sonar de su instrumento. Cuando Orfeo tañía su lira había sonrisa en el rostro apolíneo. Deméter sentía gozo. Las palmeras derramaban su polen, las semillas reventaban, los leones movían blandamente su crin. Una vez voló un clavel de su tallo hecho mariposa roja, y una estrella descendió fascinada y se tomó en flor de lis. ¿Qué selva mejor que la del sátiro a quien él encantaría, donde sería tenido como un semidiós; selva toda alegría y danza, belleza y lujuria; donde ninfas y bacantes eran siempre acanciadas y siempre vírgenes; donde había uvas y rosas y ruido de sistros, y donde el rey caprípede bailaba delante de sus faunos, beodo y haciendo gestos como Sileno? Fue como su corona de laurel, su lira, su frente de poeta orgulloso, erguida y radiante. Llegó hasta donde estaba el sátiro velludo y montaraz, y para pedirle hospitalidad, cantó. Cantó del gran Jove, de Eros y de Afrodita, de los centauros gallardos y de las Ibacantes ardientes. Cantó la copa de Dionisio, y el tirso que hiere el aire alegre, y a Pan, Emperador de las Montañas, Soberano de los Bosques, dios-sátiro que también sabía cantar. Cantó de las intimidades del aire y de la tierra, gran madre. Así explicó la melodía de un arpa eolia, el susurro de una arboleda, el ruido ronco de un caracol y las notas armónicas que brotan de una siringa. Cantó del verso, que baja del cielo y place a los dioses, del que acompaña el bárbitos en la oda y el tímpano en el peán. Cantó los senos de nieve tibia y las copas de oro labrado, y el buche del pájaro y la gloria del sol. Y desde el principio del cántico brilló la luz con más fulgores. Los enormes troncos se conmovieron, y hubo rosas que se deshojaron y lirios que se inclinaron lánguidamente como en un dulce desmayo. Porque Orfeo hacia gemir los leones y llorar los guijarros con la música de su lira rítmica. Las bacantes más furiosas habían callado y le oían como en un sueño. Una náyade virgen a quien nunca ni una sola mirada del sátiro había profanado, se acercó tímida al cantor y le dijo: "Yo te amo". Filomela había volado a posarse en la lira como la paloma anacreóntica. No había más eco que el de la voz de Orfeo. Naturaleza sentía el himno. Venus, que pasaba por las cercanías, preguntó de lejos con su divina voz: "¿Está aquí acaso Apolo?" Y en toda aquella inmensidad de maravillosa armonía, el único que no oía nada era el sátiro sordo. Cuando el poeta concluyó, dijo a éste: -¿Os place mi canto? Si es así, me quedaré con vos en la selva. El sátiro dirigió una mirada a sus dos consejeros. Era preciso que ellos resolviesen lo que no podía comprender él. Aquella mirada pedía una opinión. -Señor -dijo la alondra, esforzándose en producir la voz más fuerte de su buche-, quédese quien así ha cantado con nosotros. He aquí que su lira es bella y potente. Te ha ofrecido la grandeza y la luz rara que hoy has visto en tu selva. Te ha dado su armonía. Señor, yo sé de estas cosas. Cuando viene el alba desnuda y se despierta el mundo, yo me remonto a los profundos cielos y vierto desde la altura las perlas invisibles de mis trinos, y entre las claridades matutinas tú melodía inunda el aire, y es el regocijo del espacio. Pues yo te digo que Orfeo ha cantado bien, y es un elegido de los dioses. Su música embriagó el bosque entero. Las águilas se han acercado a revolar sobre nuestras cabezas, los arbustos floridos han agitado suavemente sus incensarios misteriosos, las abejas han dejado sus celdillas para venir a escuchar. En cuanto a mí, ¡oh señor!, si yo estuviese en lugar tuyo le daría mi guirnalda de pámpanos y mi tirso. Existen dos potencias: la real y la ideal. Lo que Hércules haría con sus muñecas, Orfeo lo hace con su inspiración. El dios robusto despedazaría de un puñetazo al mismo Atos. Orfeo les amansaría con la eficacia de su voz triunfante, a Nernea su león y a Erimanto su jabalí. De los hombres, unos han nacido para forrar los metales, otros para arrancar del suelo fértil las espigas del trigal, otros para combatir en las sangrientas guerras, y otros para enseñar, glorificar y cantar. Si soy tu copero y te doy vino, goza tu paladar; si te ofrezco un himno, goza tu alma. Mientras cantaba la alondra, Orfeo le acompañaba con su instrumento, y un vasto y donante soplo lírico se escapaba del bosque verde y fragante. El sátiro sordo comenzaba a impacientarse. ¿Quién era aquel extraño visitante?. ¿Por qué ante él había cesado la danza loca y voluptuosa? ¿Qué decían sus dos consejeros? ¡Ah, la alondra había cantado, pero el sátiro no oía! Por fin, dirigió su vista al asno. ¿Faltaba su opinión? Pues bien, ante la selva enorme y sonora, bajo el azul sagrado, el asno movió la cabeza de un lado a otro, grave, terco, silencioso, como el sabio que medita. Entonces, con su pie hendido, hirió el sátiro el suelo, arrugó su frente con enojo, y sin darse cuenta de nada, exclamó, señalando a Orfeo la salida de la selva: -¡No! Al vecino Olimpo llegó el eco, y resonó allá, donde los dioses estaban de broma, un coro de carcajadas formidables que después se llamaron homéricas. Orfeo salió triste de la selva del sátiro sordo y casi dispuesto a ahorcarse del primer laurel que hallase en su camino. No se ahorcó, pero se casó con Eurídice.
FIN
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TEXTOS CLÁSICOS RELACIONADOS CON MONEDAS , TORQUES, DIADEMAS, PULSERAS O FÍBULAS.
TEXTOS CLÁSICOS RELACIONADOS CON
MONEDAS , TORQUES, DIADEMAS,
PULSERAS O FÍBULAS.
Moneda: Según la mayoría de historiadores, la sociedad romana era muy promiscua y liberal; las relaciones sexuales fuera de la pareja eran consideradas totalmente normales y en general, para los ciudadanos libres, existía una gran libertad sexual. Hasta el punto de haber creado una moneda exclusivamente utilizada para solicitar y pagar los servicios prestados en los burdeles y en los tratos con las prostitutas callejeras del Imperio.
La pieza, de la cuál hoy en día se conservan unas cuantas unidades, es tan singular que, en una cara muestra la imagen del acto sexual requerido, y sobre la otra una numeración romana equivalente al precio del servicio solicitado. La principal explicación de este evidente grafismo es la nacionalidad "extranjera" de la mayoría de esclavas y prostitutas de la época, que de esta forma podían superar la barrera idiomática.
Esta es la interpretación más extendida y aceptada sobre la existencia y uso de estas monedas, aunque otras fuentes afirman que, al no haberse encontrado ninguna pieza en las excavaciones de burdeles romanos, podría tratarse de una colección cómica que el emperador Tiberio ordenó acuñar para incluirlas en una especie de juego sexual de la época. Sea cual sea el origen, no deja de ser curioso este caso de kamasutra numismático.
martes, 12 de mayo de 2015
Escultura de la Antigua Roma
La escultura de Roma se desarrolló en toda la zona del este del pais influencia romana, con su foco central en la metrópolis, entre los siglos VI a. C.y V. En origen derivó de la escultura griega, principalmente a través de la herencia de la escultura etrusca, y luego directamente, por contacto con las colonias de la Magna Grecia y la propia Grecia, durante el periodo helenístico. La tradición griega siguió siendo una referencia constante durante todo el curso del arte escultórico en Roma, pero contradiciendo una creencia antigua y extendida de que los romanos eran sólo meros copistas, ahora se reconoce que no sólo fueron capaces de asimilar y desarrollar sus fuentes con maestría, sino también aportar una contribución original e importante a esta tradición, visible especialmente en el retrato, género que consiguió un gran prestigio y que dejó ejemplos singulares de gran técnica y de alta expresividad, y en la escultura decorativa de los grandes monumentos públicos, donde se desarrolló un estilo narrativo de gran fuerza y carácter típicamente romano.
El estudio de la escultura romana ha demostrado ser un desafío para los investigadores por su evolución que es cualquier cosa menos lineal y lógica. Los intentos de imponer un modelo de desarrollo formal como un sistema orgánico sobre la historia de la escultura romana se muestran inexactos y poco realistas. A pesar de algunos desacuerdos entre los especialistas en muchos puntos, ya se tiene una idea más o menos clara sobre las características generales de cada etapa evolutiva, pero, cómo fue su desarrollo y cómo se transforman de una a otra etapa ha demostrado ser un proceso muy complejo y que aún está lejos de entenderse bien. Una tendencia duradera al historicismo y eclecticismo, aún más pronunciada que la observada durante el helenismo, junto con la presencia de diferentes estilos, en esculturas producidas en el mismo momento histórico para distintas clases sociales, e incluso dentro de una sola clase, atendiendo a las necesidades de cada tema y situación, hacen que su comprensión sea aún más compleja.3
Además del gran mérito intrínseco de la producción escultórica romana, el hábito generalizado de copias de obras anteriores griegas y alusiones al clasicismo griego a lo largo de toda su historia, incluso por los primeros cristianos, mantuvo viva una tradición y una iconografía que de otra forma podrían haberse perdido. Gran parte del conocimiento de la cultura y el arte de la Grecia antigua, y más, la escultura romana —junto con la griega— tuvo una importancia fundamental en la formulación de la estética del Renacimiento y el Neoclasicismo, que confirma su vitalidad y significado incluso en los tiempos modernos, y es considerado hoy como uno de los organismos artísticos más importantes de la cultura occidental, como lo demuestra el gran número de estudios especializados de que es objeto y de la fascinación que todavía tiene en el público en general.
Busto
Para otros usos de este término, véase Busto.Un busto es una representación artística de la parte superior del cuerpo humano.
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