- Características: El arte del mosaico pasó con facilidad al orbe romano comenzando así un género artístico-industrial, del que hicieron una verdadera especialidad. Los mosaicos romanos son fáciles de descubrir para los arqueólogos y hasta el momento, su número es muy elevado, pero presentan una gran dificultad de conservación. Los romanos construían los mosaicos con pequeñas piezas llamadas teselas, de ahí que se refiriesen a ellos también como "opus tessellatum". Las teselas son piezas de forma cúbica, hechas de rocas calcáreas o material de vidrio o cerámica, muy cuidadas y elaboradas y de distintos tamaños. El artista las disponía sobre la superficie, como un puzzle, distribuyendo el color y la forma, aglomerándolas con una masa de cemento. Los mosaicos eran para los romanos un elemento decorativo para los espacios arquitectónicos. Cuando el arte del mosaico empezó a desarrollarse en Roma, se hacía sobre todo para decorar los techos o las paredes, y pocas veces los suelos, porque se temía que no ofreciera suficiente resistencia a las pisadas. Pero más tarde, descubrieron que se podía pisar sin riesgo y comenzó la moda de hacer pavimentos de lujo.
- Opus vermiculatum: de origen egipcio, se hacía con unas piedras muy pequeñitas. Con ellas el artista podía dibujar con bastante facilidad las curvas, las siluetas y toda clase de objetos que pudieran requerir más precisión. Lo llamaban así porque las líneas del dibujo recordaban las sinuosidades del gusano.
- Opus musivum: que se hacía para los muros. Este término empezó a emplearse a finales del siglo III.
- Opus sectile: hechos con piedras más grandes y de diferentes tamaños. La técnica era recortar placas de mármol de diversos colores para componer las figuras geométricas, de animales o humanas. Era un trabajo muy parecido a la taracea.
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